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El mejor cancionero del mundo

 

(Más que un homenaje a Joaquín Sabina, esta letra es mi propia versión de La canción más hermosa del mundo, en extenso… cántese con la música de esa canción y valórese la diferencia)

* * *

Yo tenía una guía nocturna en la ruta del viento,
me dejaba llevar desde un bar hasta el último aliento
por impulsos y estímulos ebrios en pos del camino,
o escanciaba las noches de insomnio con música y vino.

Y pasaba de la soledad entre cuatro paredes
al abismo de la depresión sin cordones ni redes;
mi activismo dio frutos que muchos echaron por tierra:
campamentos civiles de paz en la zona de guerra.

Caminé hasta la boca del lobo en el norte de Chiapas
y bajé a la frontera del sur, corrigiendo los mapas,
guardias blancas, paramilitares, salté sus asaltos,
recorrí las cañadas a pie de la selva y Los Altos.

Tuve que atravesar la ciudad en la búsqueda intensa
de un refugio de roja humedad que valiera la ofensa,
y escalar la escarpada pendiente del monte Calvario,
pesadilla, castigo sin madre, torturas a diario.

Una década y más, atrapado en la gélida muerte,
y una vida lidiando con todo y con pésima suerte;
siempre supe que la primavera duraba un segundo
y hoy quisiera escribir el mejor cancionero del mundo,
hoy quisiera escribir el mejor…

* * *

Conocí a Monsiváis, al buen Gilly, a Rosario y su estampa,
a don Félix Cerdán, a Benita Galeana y al Campa,
regalía de charlas cercanas, lejanas y amenas
entrevistas, bebimos café, coincidieron las venas.

Con mi eterno retorno a Macondo en la saga de Gabo
y al Comala de Rulfo, me libro de ser un esclavo,
con Machado y Hernández, la trágica pluma de Lorca,
Patxi Andión escribió que su pueblo cantando se ahorca.

Del amor a la envidia y el odio, querido Bob Dylan,
la verdad es que no es para tanto el fervor que destilan
por Sabina sus fans, yo me quedo con Aute y aplaudo
que trasciendan al paso del tiempo más pródigo y raudo:

Fleetwood Mac y Pat Benatar, Báez y Chapman, celebro
que no vaya con Dios Madredeus, seguirá en mi cerebro
Freddie Mercury (Queen) con McCartney y Lennon (The Beatles),
Aznavour, Silvio y toda la trova cubana, big littles.

Hoy quisiera escribir de una vez
la belleza de un verso final, musical y profundo,
la tristeza que me haga llorar junto algún vagabundo,
la emoción puesta en una canción, pide al tiempo que vuelva
el vaivén de las olas del mar, el rumor de la selva…
hoy quisiera escribir el mejor cancionero del mundo.

* * *

Yo tenía una gran obsesión con los simios de Boulle,
aunque hablaran inglés o francés en un mundo calpul,
y tenía una gran colección de historietas y cromos
que vendieron por kilo en su casa los duendes y gnomos.

Yo quería ser historietista y narrar con dibujos
las hazañas de Trotsky, una historia de brujas y brujos,
con vampiros de toda ralea, una fábula oscura,
que las horas trocaran por arte mi sana ruptura.

Tengo ahora sumando a granel chocolates amargos,
no soporto el fanático extremo ni extremos letargos,
ya no fumo ni bebo y no asisto a las fiestas del pueblo,
me repliego y habita mi cuerpo el vacío que amueblo.

Tengo en cajas mis libros y discos de negro acetato,
mi arsenal, gabinete de réplicas, otro arrebato,
mis diplomas, llegué a cinta púrpura en blanca desidia
de adherir el dragón al karate-gi, cómo fastidia.

En cajones acopio millares de copias piratas
de películas y otras legales a cambio de ratas,
visioné dos al día por años que ahora confundo,
y quisiera escribir el mejor cancionero del mundo,
hoy quisiera escribir el mejor…

* * *

Tuve a Marx, a Serrat, a Bruce Lee en una mente obsesiva,
Charlton Heston por Ben-Hur y el mundo primate de arriba,
la película Julia, de Zinnemann, Redgrave y Fonda,
Pentimento, de Hellman, su fuente no menos redonda.

La mejor actuación de Jane Fonda no es Lillian en Julia,
sino Gloria ilusoria en el baile de ruina y abulia,
ser maestra de improvisación tan genial que resuelve
ser la diosa del cine y la vida jovial y rebelde.

Tuve y tengo afición a Polanski, Fellini, Yimou,
Kurosawa, Coppola, Blade Runner y Mulholland Drive,
Luis Buñuel, Alejandro Galindo y Emilio Fernández,
Gavaldón que llamaban «El Ogro», sus obras más grandes.

A Tin Tan, los hermanos Soler del que nunca fue joven,
«el amigo» Armendáriz, Infante, que no te lo roben,
el «misántropo» Córdova, Stella de la Soledad,
su rebozo, familia de tantas, la pura verdad…

No he podido escribir de una vez
un vergel de lenguaje florido en terreno fecundo,
ni la declaración de una guerra con odio rotundo,
melodramas que mojen de lágrimas viejas butacas,
la provincia de México en épocas de vacas flacas…
no he podido escribir el mejor cancionero del mundo.

FIN