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Zapatos viejos

Foto: Ulises Castellanos

Unos años después,
caminé las cañadas
de la mermada selva Lacandona,
fui tiempo en su calor;
penetré a las montañas,
nube baja en el frío de Los Altos,
viento de agua;
sus ojos de obsidiana me miraron,
reflejaron mi propia rebeldía,
mi propia dignidad;
mi voz habló en la suya de su cosmogonía,
la eterna dualidad
de la noche y el día,
de la vida y la muerte,
de luz y oscuridad;
mientras el verde olivo de la bestia,
más que mimetizarse
con la naturaleza vegetal,
parecía imitar
a la naturaleza de la gran mosca verde.

Cinco lustros después,
la invasión militar
es parte del paisaje;
como la mosca verde,
la bestia prolifera y es coprófaga;
en la guerra biológica,
más bien bacteriológica,
su producción de mierda en abundancia
criminal
es un arma biológica,
más bien bacteriológica,
genocidio de baja intensidad,
complemento del plomo y de la pólvora,
defecación de muerte agusanada
y adelanto del polvo.

Identificación asimilada:
fundida y confundida con las sombras,
a través de la niebla, mi sombra fue una más
entre los caminantes de la noche
que desandan sus pasos por ocultas veredas
en silencios insomnes
para volver a ser, de madrugada,
población de fantasmas;
cinco lustros después,
su mirada nocturna y taciturna
sigue siendo un espejo
de «sueños que no caben en las urnas»,
reflejo de horizontes y utopías posibles,
quimeras suspendidas en la bruma.

La palabra tzotzil
significa murciélago en tzotzil;
el idioma tzeltal
es llamado también
palabra verdadera,
bats´il k´op;
los hombres, las mujeres, las niñas y los niños
que habitan estos mundos
tienden y extienden puentes
al hablar,
responden con su propia construcción
al odio destructivo de la bestia,
cuyo engendro asesino,
con ojos como espejos de la sangre
y espuma en el hocico,
pasea su impudicia,
su impunidad campante,
y exhibe la inmundicia
de su rabia,
se nutre de abyección
y deyección,
«armas que matan bien»
por cortesía de nuestros impuestos
en diálogo artillado:
ráfagas de palabras repelen la metralla
cuando calla.

La suma de masacres
amontona cadáveres al alba
para saciar el hambre
de la tierra;
la suma es una resta,
cúmulo de la pérdida,
que nos mancha de sangre,
nos impregna y desangra la memoria,
desangra y oscurece nuestra historia;
las heridas abiertas son abismos,
atisbos de la muerte de un país,
en los que mora un árido silencio,
abismos en tinieblas,
de los que mana olvido y emerge otro silencio,
que imitan los cobardes.

¡Todos somos Guajardos!

Y la estúpida moda
con paliacate rojo y paranoia
de la yupiza huera,
turba de advenedizos y turistas en pos
de una estúpida foto,
repite «digna rabia» como un eco vacío,
que «para todos todo, nada para nosotros»
los pobres mercenarios;
«Votán Zapata vive en nuestras muertes»
muy cómodamente.

Zapata es bienvenido en todas partes,
como todos los muertos y el folclor;
los indios son bien vistos en retratos,
su presencia decora las paredes
y los muebles de lujo;
la hipocresía que los llama hermanos,
¿tiene limpias las manos?

En tiempos de canallas,
históricas batallas,
ríos de valentía,
dignidad, rebeldía,
levantamiento armado
y ejército de paz,
de construcción humana;
cinco lustros después,
su ejemplo ha sido en vano.

FIN

Polhó invadido


Preguntas al EZLN y al CNI

(Para entender mejor la propuesta «zapatista» de asimilación electoral a la descomposición capitalista cuando México está en llamas y es una fosa común)

¿Cuanto más violenta y criminal es la dictadura del capital, más tibios, pusilánimes y hasta cobardes hemos de ser los ofendidos? ¿Cuánto más cruenta la barbarie que viene de arriba, mejor portados y hasta institucionales hemos de ser nosotros, los de abajo y de a pie? ¿Y la rebeldía, señores? ¿Y la dignidad? ¿Y la valentía de los zapatistas que se levantaron en armas? A 23 años del levantamiento indígena en Chiapas, ¿las elecciones en México son democráticas? Ahora que las cosas han empeorado hasta el límite de la tolerancia popular, ¿hay que abandonar los principios éticos, los valores humanos, hay que asimilarnos por la vía electoral a la descomposición capitalista? En México, las cosas llegaron a tal punto que votar por cualquiera de las opciones electorales fue votar por el PRI el año pasado. ¿Entonces ahora sí le entramos? ¿Que viva la democracia simulada y la farsa electoral? ¿Damos la espalda a la realidad que justificó el surgimiento del EZLN? ¿Damos la espalda a su lucha y la traicionamos aceptando las reglas del PRI para competir con quienes carecen de principios y nomás fines de lucro tienen? ¿Tan sucios somos también nosotros que ahora nos revolcamos en su lodo? ¿Nos sumamos con singular entusiasmo a la legitimación formal del capitalismo y su corrupción en condiciones de barbarie y guerra civil? ¿La necesidad de hacer visible la problemática indígena y popular justifica una traición al espíritu primigenio del zapatismo histórico?

Quedo pues en espera de respuesta, compañeras y compañeros.


Elecciones en México

Zapatistas en desacuerdo con la participación electoral

¿Por qué no estamos de acuerdo con la participación electoral?

En México, el sistema electoral sirve para legitimar el capitalismo en descomposición y ahora el más nefasto de sus escenarios, que es la violencia social, desde una miseria material que mata de hambre y enfermedades curables hasta una barbarie genocida que asesina impunemente a balazos, desaparece a la gente, la reprime, la tortura, la encarcela… mientras el causante hace de la función pública un negocio personal y entrega el patrimonio nacional al capital transnacional con el que se alía. La partidocracia y, sobre todo, la participación ciudadana en los procesos electorales que organiza el narco-Estado legitiman el desorden establecido que hace de México un país en llamas y una fosa común.

Nada indica que los comicios presidenciales de 2018 serán distintos a los del año pasado, cuando todos los partidos políticos con registro electoral, es decir, aprobados por el gobierno, se aliaron con el PRI en alguna entidad federativa o más de una (el PT, por ejemplo, se decía «socialista», pero hizo coalición con todos los demás partidos, incluida la derecha por antonomasia, en distintos lugares, y particularmente con el PRI en tres estados), mientras el Morena, que se dice inmaculado y moralmente puro, postuló como candidatos a los priistas que no alcanzaron hueso en su partido de origen (así fueran señalados algunos por sus conocidos vínculos con el crimen organizado, como en Oaxaca). Las candidaturas «independientes», por su parte, encumbraron a personajes con una larga trayectoria en las filas del PRI, ahora patrocinados por los sectores más reaccionarios de la iglesia y la derecha empresarial, como es el caso emblemático de «El Bronco». El PAN, gracias a sus dos sexenios presidenciales de fracaso público, éxito privado y desastre humanitario, pasó de alternante con el PRI a subalterno que, a falta de consenso, también requiere de alianzas coyunturales. De modo que votar por cualquiera de las opciones ofertadas fue votar por el PRI, o sea, por la continuación del atraso y la opresión.

No existe confrontación alguna de ideologías en este grotesco banquete de la degradación política, sino promiscuidad entre similares. No existe izquierda política en México desde hace casi tres décadas, cuando renunció al proyecto socialista para ser competitiva en el terreno electoral, subordinándose a la socialdemocracia escindida del PRI, partido y Estado que gestaba entonces lo que hoy conocemos como neoliberalismo. La opción por el suicidio ideológico ha redituado pírricas ganancias particulares a cambio de trágicas pérdidas sociales. El paradigma de la traición en este sentido es el PRD, cuya historia repite, con variaciones tragicómicas, su escisión, el Morena: ambos son engendros del PRI.

Como consecuencia lógica, en tiempos electorales, ni los partidos políticos ni los candidatos «independientes» compiten entre ellos, sino con el abstencionismo, el voto nulo y el boicot electoral, o sea, las tres opciones coyunturales del pueblo crítico y disidente, que alcanzó un probable 70 por ciento del padrón potencial en estos días, con una mitad pensante y actuante, y otra mitad apática, indolente y nula. En previsión de un rechazo mayoritario, inclusive generalizado, el 97 por ciento del electorado potencial es prescindible por la ley electoral, pues basta con que vote un tres por ciento para validar el proceso, aberración que se completa con su costo material.

Aun tratándose de una simulación sin oponentes ni competencia por algo más que un pedazo de pastel para cada quién, el proceso electoral del año pasado fue el más caro de la historia: costó más de 35 mil millones de pesos, sin contar lo que haya invertido clandestinamente el crimen organizado en sus títeres y gallos, dinero que se embolsó más que nadie, como siempre, la televisión privada, poder fáctico al que debemos atribuir la factura de su actual mandatario en el Ejecutivo federal (el sistema electoral privatiza el dinero público). El costo de las elecciones presidenciales en 2018 será de unos 50 mil millones de pesos, según los mismos cálculos [1]. Más que onerosas y ominosas, estas cifras resultan por demás insultantes y ofensivas en un país con índices de pobreza y desempleo que repuntan en la misma medida que la delincuencia y la inseguridad pública, índices que las pautas neoliberales y su economía de guerra elevan día con día, año con año. Ahora imaginen ustedes lo que sería posible hacer con el dinero que nos cuesta un proceso cuyas principales características son:

1) el dispendio: proporcionalmente, las elecciones mexicanas son más caras que las de cualquier país de primer mundo;

2) la inequidad: la descarada ilegalidad del PVEM, por ejemplo, se debe al papel del INE como garante de su impunidad;

3) la contaminación ambiental: más de 50 mil toneladas de basura electoral en 2000, que podrían llegar a cien mil en 2018 y que, en cada ocasión, causan un daño irreversible y acumulativo al miedo ambiente, además de la contaminación visual y auditiva;

4) la miseria programática: ningún programa de gobierno se hace con promesas de campaña que además nadie cumple y muchos menos con «guerra sucia»;

5) la corrupción: aquí no existen principios éticos, sólo fines de lucro y, cuando hay más dinero que talento y honestidad, es el único fin.

¡Todo eso en abundancia criminal!

En un país democrático bastaría con un 50 o 51 por ciento de abstención o voto nulo para invalidar una elección, pero hacer prescindible al 97 por ciento del electorado potencial -hay que insistir en esta aberración- también es inequidad y asimetría, pues el costo material de todo el sistema electoral es inversamente proporcional a la cantidad de personas beneficiadas, esquema que aplica el sistema social en su conjunto cuando reproduce la desigualdad económica y la injusticia social, entre otros lastres.

La complicidad entre los partidos políticos y las instancias teóricamente arbitrales ha existido siempre, desde la llamada reforma política: uno de los precedentes más indignantes del vergonzoso politiqueo del año pasado es la contratación de la empresa Hildebrando, a la postre artífice tecnológico del fraude electoral de 2006, una contratación aprobada nada más por… ¡todos los partidos concurrentes en el IFE, sin excepción! Cuando ni siquiera su propio sistema de legitimación puede sostener lo insostenible, la dictadura del capital recurre a fraudes electorales como los de 1988, 2006 y 2012, que técnicamente son golpes de Estado y cuentan con el aval inmediato del Congreso de la Unión.

Nadie con un ápice de dignidad se revuelca en semejante fango y mucho menos en un contexto de miseria, barbarie y saqueo-despojo, mientras los parásitos nos restriegan en la cara sus lujos. Participar en este cúmulo de aberraciones es avalarlo, ser cómplice de un sistema que, para legitimar el capitalismo, cancela toda posibilidad de democracia, así sea formal, «burguesa», indirecta, representativa, inclusive electoral, por no hablar de una democracia directa y real, que no se detenga en las puertas de la fábrica ni en los linderos de la parcela. Participar en esta democracia simulada, que también simula un país justo y en paz, donde priva el «estado de derecho», es dar la espalda a una realidad que urge cambiar y que no cambiará con la inclusión de un nuevo actor por más diferente que sea: si acaso cambia algo será ese nuevo actor.

Para ser competitivo en un sistema concebido por el PRI con las reglas del PRI para la perpetuación del PRI, hay que ser como el PRI, parecerse todo lo posible. Por eso allí nadie plantea cambios radicales o sustanciales al sistema social, a menos que no sea más que demagogia y verborrea. Por eso ha sido el PAN el único alternante a nivel federal, porque no tiene diferencias de fondo con el PRI, que surgió de la traición a los ideales de la Revolución Mexicana, mientras el PAN lo hizo como reacción a las reformas cardenistas. Todos los partidos políticos con registro electoral, o sea, con el visto bueno del gobierno, así como los candidatos «independientes», tienen en común que aceptan las reglas del PRI, que los sujeta y somete. La identificación entre los participantes en elecciones organizadas por los mismos que destruyen al país, es mil veces más grande y más importante que sus matices. Escoger alguna de las opciones del abanico electoral es como elegir entre Coca Cola y Pepsi cuando uno requiere de agua potable, o entre Marlboro y Viceroy cuando uno requiere de aire puro.

El nivel de barbarie, desigualdad y corrupción al que llegó México hace urgente acabar con el origen de los males, que es el capitalismo. La inclusión de los pueblos indígenas al sistema electoral, uno de los aspectos más putrefactos del sistema social, lo fortalece; equivale a meter más gente inocente y pobre a la cárcel para denunciar desde allí las injusticias del llamado «sistema de justicia» y su aparato judicial.

La propuesta del EZLN al CNI de participar en las elecciones presidenciales de 2018 con la candidatura independiente de una mujer indígena como representación de un concejo autónomo de gobierno, y con la contradictoria premisa de contender por la presidencia de la República sin aspirar al poder, o sea, para que no llegue, nos parece una patraña, un retroceso en la construcción de las autonomías, el autogobierno y sus vías de autogestión; nos parece un suicidio ideológico, una claudicación y, en suma, una traición a los principios éticos y el espíritu primigenio del zapatismo histórico, el de la Comuna de Morelos, el de Chiapas y sus municipios autónomos, sus caracoles y sus Juntas de Buen Gobierno, el de México y el mundo…

La inutilidad de la lucha electoral, que llevó al EZLN a levantarse en armas haca casi 23 años, no ha cambiado nada ni cambiará con nuestra complicidad, por más que la buena voluntad se proponga enriquecer la contienda con un estilo nuevo y con la honestidad que no existe allí. Sumar a la deshonestidad por sistema la honestidad zapatista no tiene nada de honesto. Arrojar flores a un mar de mierda mata las flores y deja intacto el mar de mierda.


Otra propuesta

Planteada en términos muy generales, una alternativa posible a la propuesta de suicidio ideológico y colectivo que el CNI-EZLN consulta con sus bases, es no claudicar, continuar en la línea iniciada hace casi 23 años cuando el EZLN se levantó en armas, consolidar y ampliar las autonomías locales y regionales, desarrollar su autogestión tanto hacia dentro como en el sentido fraterno de la solidaridad con otros pueblos de México y el mundo que apliquen el mismo modelo; a largo plazo, crear una generación humana con mentalidades y escalas de valores en las que no sea concebible la idea de integración-asimilación a la ignominia, que sea impensable una propuesta como la que nos desvela.

Para que los pueblos indígenas consoliden y amplíen sus autonomías, aportemos nosotros, los no indígenas, relaciones solidarias en la práctica.

Lo que el CNI-EZLN consulta con sus bases es una propuesta de abstracción: significa disociar de la realidad la idea de un concejo representado por una candidatura independiente y olvidar de un día para otro lo que hizo a los zapatistas de Chiapas levantarse en armas en vez de organizarse para competir con el PRI en elecciones.

El sistema electoral en México es impresentable; nadie con un ápice de dignidad participa en semejante mugrero y mucho menos en un contexto de miseria y barbarie. Un simulacro organizado por el narco-Estado para legitimar el capitalismo, su barbarie y su corrupción, no deja de ser eso con la integración-asimilación indígena, la renuncia de los pueblos indígenas a sus propias formas de tomar decisiones comunitarias, la claudicación innecesaria para volver a la patética «estrategia» de la denuncia y la victimización, así como a la utopía delirante de integrar al 90 por ciento de los mexicanos a la población y la cultura de los pueblos indígenas.

Nadie cree que las alternativas sean fáciles; hasta su planteamiento es difícil, porque lo extraordinario suele ser extraordinariamente difícil. Aquí lo único fácil (aunque resulte inútilmente desgastante y esa paradoja sirva para el autoengaño) es una traición a los principios éticos del zapatismo, a su espíritu primigenio, el de la Comuna de Morelos, el de Chiapas y sus municipios autónomos, sus caracoles y sus Juntas de Buen Gobierno, el de México y el mundo, convergente con lo mejor del anarquismo y los movimientos ácratas, inspirados en el referente autonómico y autogestivo que ha sido hasta hoy el EZLN y que estamos a punto de perder. Proponemos, en suma, volver a su espíritu primigenio y enriquecerlo, fortalecerlo, hacerlo crecer.


Don Félix Serdán

Félix Serdán

Foto: Desinformémonos

A los 98 años de edad, nos deja el gran Félix Serdán Nájera, veterano jaramillista y «mayor honorario» del EZLN.

¡Entrañable don Félix!

Nos conocimos al calor de la Campaña «500 Años de Resistencia» en 1992, hace 23 años. Él tenía 75 entonces, pero gozaba de una envidiable frescura y un entusiasmo juvenil; sus ojos brillaban como los de un niño. Me platicó de su esposa Emilia, 20 años más joven (o algo así), una noche que fuimos a cenar tacos con Jorge Hidalgo, de Equipo Pueblo, quien lo alojaba en su casa.

Dos años después, en 1994, coincidimos con la efervescencia zapatista: viajamos a Chiapas durante el levantamiento armado en el mismo camión y nos encontramos en el restaurante de escala madruguera; meses después, fuimos convencionistas y, además de platicar en los recesos y al cabo de las sesiones para sadomasoquistas, lo entrevisté para Voz Pública (Radio Educación) y el periódico de la CND, mientras unas amigas nos fotografiaban.

En 1996, otros dos años más tarde, cuando formábamos el FZLN, platicamos en Zapotecos #7 bis, colonia Obrera, sobre la acusación gubernamental de acopio de armas para el EZLN. «Acopio de resorteras y machetes bajo la cama», se burlaban los gillotos. Don Felix y yo reímos a carcajadas en aquella ocasión y, cuando parecía que la charla había terminado, el viejo guerrillero venido a promotor cultural rompió el silencio apuntándome con su bastón de bambú, como si fuera un rifle. «¡Por eso yo siempre traigo mi cuerno de chivo!» –espetó.

Volvimos a encontrarnos y coincidir (también en el Congreso Nacional Indígena y la recepción a la Comandante Ramona, y en la primera Caravana Zapatista). «Arrieros somos y ni modo», me dijo.

El año pasado, supe que tenía problemas de salud, como es normal y natural a su edad, pero me alegró que siguiera entre nosotros. Y hoy en la madrugada se fue. Poco le faltó para vivir un siglo…

¡Hasta siempre, compañero!


Adiós a Marcos

marcos

Superstar

I

Hay dos posibles lecturas, ambas preliminares, de la despedida o muerte metafórica de Marcos:

La primera es que se trata de una vacilada, pues Marcos no hace más que cambiar su nombre por el de Galeano.

La segunda puede considerar esta despedida (también) como un hecho simbólico, mas no intrascendente. La trascendencia de semejante paso dependerá de los siguientes. Con la desaparición del personaje-botarga-holograma-distractor, la mirada que no mire al zapatismo estará ciega; el reduccionismo y la banalidad que suelen hacerse una misma cosa cuando, a falta de neuronas vivas en el cerebro, tampoco existe un ápice de honestidad, habrán perdido su referente más visible y, si en vez de bosque, siguen viendo un árbol, se reducirán todavía más, digamos al tamaño y la calidad de un ácaro.

Del comunicado destaca la parte más poética y emotiva por su color, aunque no sea lo más relevante, y en cuanto se refiere a los rumores sobre la salud de Marcos (que padece de asma, entre otras cosas), percibo algo de soberbia en el tono que tiende a resumir: «así fueron porque así quisimos que fueran; todo estaba planeado y fríamente calculado».

II

Otro aspecto destacable:

Aunque durante 20 años el EZLN ha sido un ejército de paz, así sea una paz armada, en oposición a la guerra, la despedida mediática del Sup reivindica la violencia como recurso, que a veces no es el último, sino el único. La violencia revolucionaria, dice con otras palabras, es válida en la medida que se trata de una defensa de la vida en la guerra que mata de hambre y enfermedades curables a los pueblos para que unos cuantos parásitos, los menos, vivan sin trabajar, engorden y acumulen bienes a costa de la proliferación de males entre los más. La violencia de abajo es válida y legítima cuando la violencia de arriba es sistemática, sistémica y criminal, cuando la injusticia institucional es genocida.

Esta reivindicación es importante porque, durante 20 años, y especialmente a partir de que el zapatismo trasciende al EZLN con el ejercicio de la autonomía, insurgentes, milicianos y bases de apoyo construyen, no destruyen, optan por la vida en vez de la muerte, la paz en lugar de la guerra, pero nadie ha depuesto las armas, las que disparan balas, no palabras…

III

En un intercambio que tuve en Facebook a partir de lo primero que digo también aquí, una amiga virtual planteó algo interesante: la idea de un homenaje en vida como «una misa de cuerpo presente oficiada por el propio difunto». Seguro que reducir a un simple cambio de nombre la muerte de Marcos para que viva Galeano sería negar la necrofilia zapatista y su connotación cosmogónica, cuanto más compleja y abigarrada, más fascinante. «Para morir nacemos», dice la voz popular. «Para vivir morimos», dicen quienes caminan la noche, como Votán Zapata, que «vive en nuestras muertes». Ahora: «Aquí estamos los muertos de siempre, muriendo de nuevo, pero ahora para vivir».

Abundan símbolos y metáforas en la despedida ritual del Sup, bastante oscura para efectos de un manejo mediático propio, que también podríamos llamar manipulación, así sea distinta y distante a la que acostumbran «los medios de paga», inclusive opuesta o contraria (por lo menos, eso quiero creer). No es casual que la difusión del comunicado por «los medios libres, alternativos, autónomos o como se llamen» haya sido sólo en audio y por escrito, es decir, sin imagen. Eso también hay que analizarlo.

Aquí el comunicado completo en audio y escrito.

Ricardo Trabulsi

Ricardo Trabulsi


Contratiempo

03Todavía no aprendo a usar la cangurera, en donde puse mi reloj por fuera y de donde calló a saber en dónde, y en vano desanduve el camino de ida y vuelta. Ese reloj me costó 200 pesos en el Tepito acapulqueño cuando me robaron el anterior, que me había costado 400 en PeriCoapa; ambos eran Casio, y he repuesto el segundo, que cuesta 280 pesos en el Distrito Federal, a 370 en Pochutla. El primero caminó conmigo las cañadas tzeltales de la selva Lacrandona el año siguiente al Encuentro Intergaláctico y el Congreso Nacional Indígena, las vacaciones etílico-bohemias en San Cristóbal de Las Casas y la depresión chilanga. Con el mismo reloj viajé a Tabasco en camión y caminé desde la frontera del estado hasta la comunidad de Jolnishtié para sortear el peligro paramilitar en la llamada Zona Norte de Chiapas. El municipio fronterizo de Tila era el principal bastión paramilitar entonces, y Jolnishtié, la «sede oficial» de los desplazados por la guerra civil que no por soterrada era menos violenta que la contrainsurgencia militar. Una vez publicados los testimonios de los desplazados choles, mi reloj Casio de 400 pesos viajó por segunda vez a Loxicha y, mientras yo editaba los testimonios de los zapotecos serranos, tenía lugar la crisis de Chenalhó y culminó con la masacre de Acteal. En cuanto hubo salidas, luego de «la navidad más triste de nuestras vidas», como la llamó Samuel Ruiz (Paco Huerta y sus empleados rebozaban felicidad), mi Casio de 400 pesos viajó a los Altos fríos de Chiapas y se desplazó con el «conflicto armado» a las cañadas calientes de la selva. Entre Ocosingo y Tuxtla Gutiérrez, pagué con cuerpomático mis noches coletas, por demás intensas, hasta enfermar de gripa y tratar de curarla con tequila sin dejar de trabajar.

Hoy puedo asegurar que aquel reloj llegó a ser el más andado y curtido, que se hizo machito… Luego del fracaso en la Segunda Bienal Latinoamericana de Radio, vino la depresión etílica del desempleo y la soledad, la traición de los traidores, la incomprensión de los seres infinitesimales de imbecilidad infinita, las cobardes grillas y difamaciones de los peores cobardes, los de mimetismo camaleónico (Humberto Mussaccio, por ejemplo, se escondió como vil chinche o cochinilla para no publicar nada que hablara mal del ejército federal, ni de sus «compañeros» Eraclio Zepeda y Uriel Jarquín… hasta hoy, el «talentoso» pupilo de Granados Chapa ocupa el segundo lugar de cobardía en mis rencorosas memorias).

Contando 30 pesos de los pasajes al centro de Pochutla y de regreso a Zipolite, el repuesto del segundo Casio costó 400, como el primero, y al costo del segundo hay que agregar 50 pesos de una pila que duraría seis meses, según los cálculos del vendedor, y 20 o 30 de un extensible menos chafita; dejémoslo en 250, pero el enano que halló ese reloj se fue rallado.

A final de cuentas, como precio no es lo mismo que aprecio y mucho menos que valor, el Casio de pantalla líquida y la hora simultánea de México y Alemania, el Casio cuya adquisición asocio inevitablemente con el peor delirio que he padecido por una mujer, el Casio que pernoctó en la cabecera municipal de Ocosingo, cuyos hoteles estaban ocupados, por no decir tomados, por la policía judicial «coadyuvante» con el ejército federal en la vergüenza de perseguir al Subcomandante Marcos y dar armamento y entrenamiento kaibil a bandas criminales de enfermos mentales para combatir al EZLN y la resistencia civil… Como el precio es lo de menos, a final de cuentas, decía, ese reloj carecerá de valor para quien lo tenga.

Al despedirme de Carmen Espada (que no es la mujer por quien deliré… hay que dejar claro ese asunto), le prometí que mi reloj siempre tendría la hora de su país para no llamarla por teléfono de madrugada, y cumplí mi promesa. El segundo Casio tiene cinco alarmas y dos cronómetros, uno hacia adelante y otro hacia atrás, metáforas del tiempo que he caminado, quizá desde febrero de 1995…

Lo bueno es que no he perdido la cangurera.

01

Post-data posterior al post anterior 

Faltó algo importante por su contenido simbólico y anecdótico: el primer Casio, con su mapamundi en pantalla líquida, fue tan rebelde que nunca modificó la hora por el cambio de horario para ajustar la vida nacional a Wall Street durante un verano demasiado extenso.

Y algo más importante, pero en un sentido muy otro, es que la policía judicial no salía de las cabeceras municipales a las cañadas tzeltales y tojolabales… Según la patraña de Neto Zedillo, el ejército federal era «coadyuvante» con la PGR en la captura de Rafael Sebastián Guillén Vicente y sus compañeros de armas, al cabo México tolera todo tipo de burlas, y yo debí nacer quizás en Argentina, pues no tolero esa tolerancia.


¡Votán Zapata vive!

a0479-01Aunque Ramona era más pequeña y más mayor, para mí la mejor sigue siendo Ana María: paradoja de unos ojos que, desde su profunda oscuridad, brillaban con vitalidad no menos intensa, perlas negras de valor que sonríe, reflejo de obsidiana cuando contiene lágrimas de una mar que no es una, sino todos los océanos y golfos del tiempo, lagos y ríos que desembocan en el nacimiento de un hijo que será padre pueblo, unos pómulos inmensos, como los de Jaramar, nombre que significa nuestra madre la mar, en huichol. Su cuerpo menudo parecía un motor al frente del ejército que tomó San Cristóbal de Las Casas antes que el contingente ingente, que no indigente, insurgente y miliciano, tojolabal y tzeltal, encabezado por Marcos, a quien salvó de caer en un enfrentamiento. Ana María no hablaba huichol, sino tzotzil y tzeltal, a veces español, para decir, por ejemplo: «Detrás de nosotros estamos ustedes».

La influencia del Popol Vuh en el discurso del zapatismo indígena interpela un verso de Octavio Paz: «Los otros todos que nosotros somos» (Piedra de Sol). «Para todos todo, nada para nosotros», responden los hombres y las mujeres de maíz, caminantes de noche, murciélagos que velan el silencio del sueño, las plantas y las aves que duermen cobijadas por un manto con olor a madera, el sueño de la tierra y sus frutos en gestación.

La mayor era pequeña, como gota de agua que perfora la roca o beso de rocío que baña la flor, un soplo de humedad, como el eco de la mar en su caracol, espiral que sube hasta las nubes y hace del cielo su casa, como las montañas en Los Altos de Chiapas; la niebla es una sombra de la muerte que vive de por sí, desde antes de la invasión por la bestia militar que llegó para ser parte del paisaje, mimetizada con la vida, verde olivo sobre piel marrón, pero en esta región de fantasmal densidad, la neblina susurra a las mentes de los muertos en vida que Votán Zapata vive en nuestra muerte, que Zapata vive y cabalga en las cañadas y llanuras del sureste mexicano. La palabra retoña del árbol talado; el fuego renace del cuerpo mutilado; nuestros pasos desandan el camino al morir de regreso a la tierra para ser semilla y volver a nacer y combatir. Zapata vive, lo he visto y, en días de muert@s, mientras espero el final de tu eclipse, pregunta mucho por ti.

K’inal batz’i vinik, antzetik, viniketik, chiltak, hermano tak, Ana María y David, comandancia, insurgencia, milicia y base de apoyo, kolabal por existir, por ser ejemplo a seguir y paradigma universal de rebeldía y dignidad; nos vemos en Oventic, antes del Olontic, en memoria de Ramona y el Tatic, y de tod@s l@s ausentes, que son much@s, tant@s que vinieron a cenar y se fueron con hambre, porque México es miserable, una vergüenza de país, pero nuestra lucha sigue adelante y su palabra en pie de guerra defensiva contra la ofensiva militar, navegamos avante, al pie del horizonte como norte de utopía, y la nave va.


¡Hasta siempre, comandanta!

No cabía por más tiempo alma tan grande como la tuya en un cuerpo tan pequeño, así que lo abandonó para seguir su paso inexorable al Olontic, de donde volverá y envolverá los tímidos recuerdos con el cálido aliento de su voz rebelde. Subiste a las nubes que bajan a los Altos fríos de Chiapas y, ligera como un ángel moreno, te fuiste con ellas a urdir el alba, otros días y más noches y madrugadas. Subiste a bordo y bordeaste la montaña, y bordaste el camino con hilos de sangre hasta cubrirlo de rojo, rojo floreado como el pecho de las mujeres que visten huipil y enagua. En agua dulce derrama un llanto salado esta prosa amarga. La hebra de tu vida fue muy corta, pero alcanzó para ser ejemplo y pasar de las palabras a los hechos, de la urdimbre al estambre, del telar a la tela, del bordado al corazón y del borde al centro del país y las entrañas de la Madre Tierra; el discurso termina donde comienza la acción. Laboratorio de esperanza: labor de aguja que teje flores aladas y trama levantamientos en armas; es hora de levantar el vuelo.

Escrito y publicado en enero de 2006 a raíz de la muerte de la Comandante Ramona.