Archivo de la etiqueta: Humanidad

Repulsiones

 

Los imbéciles con ínfulas
de filósofos y sabios
me hacen optar por las nínfulas
y el mutismo de sus labios.

La religión me repugna,
llámese como se llame,
vivo en eviterna pugna
con su carácter infame.

Y en la masa rebañega
suelen ser más bien mamones
los pendejos que navegan
con bandera de chingones.

Deplorables hasta el queque,
las costumbres que deploro,
cuando el mundo las defeque,
se irán por el inodoro.

La humanidad que pervierte
su involución sin decoro:
la turba que se divierte
con la tortura de un toro.

Anodinia que se agrava,
salvo que duela una carie,
la llamada fiesta brava,
más que bravura, es barbarie.

Todo maltrato bestial,
desde peleas de gallos
hasta usanza de caballos
por el tirano animal,

no menos irracional
en su animal tiranía
y el “deporte” nacional
mal llamado charrería.

Imbecilidad ingente
de la gente que no es gente
ni es humana,
sino gentuza infrahumana.

Burros, marranos y bueyes
son víctimas de sus leyes,
estén escritas o no;
maltrato por todos lados
con pájaros enjaulados,
perros, gatos y hasta yo.

Aunque me avergüenza México,
la ignorancia de su léxico,
su vulgar idiosincrasia,
su mediocridad sin gracia,
su pasión por el futbol,
lo que me transmita y vibre,
prefiero su lucha libre,
tan “nacional” como un gol.

Entre lo más prescindible
de la estupidez humana
pienso en la televisión
y el arte de lo imposible,
como abrir otra ventana
y hacer la revolución.

FIN

 


Mal de Aurora

 

(Cántese con la música de Joan Manuel Serrat en la segunda parte de la canción Para la libertad, pero en tono pesimista)

El mundo estaba en llamas y yo, más que perdido,
me buscaba en las ruinas de los sueños que tuve
y en pos de una utopía que arrasara el olvido
con su rabo de nube.

Me buscaba en las ruinas y los restos mortales
de un país habitado por el odio y la muerte,
vaivén de las ausencias de plantas y animales
en su cultura inerte.

El mundo era un desastre y el desastre una meta,
como causa y efecto de la perversidad;
los males del planeta no los causó el planeta,
sino la humanidad.

El mundo agonizaba, cayéndose a pedazos,
por un lento suicidio de la virtud y el vicio,
cuya ciega codicia guiaba los ciegos pasos
hacia su precipicio.

La destrucción mermaba nuestras últimas fuerzas
sin dejar nada intacto, salvo acaso la escoria,
ganancias materiales en las cuentas perversas
y el final de la Historia.

Convertía los mares en mares de basura,
los aires y sus vientos en nubes de veneno,
la tierra en cementerio, demencial sepultura
del hábitat en pleno.

A pesar del otoño con su oscuro presagio,
seguía vivo el sueño de un cielo menos gris,
teníamos en mente los restos del naufragio
para el final feliz.

Pero todo era inútil, un pendejo espejismo;
la humanidad enferma prendió fuego a su casa,
y el paso de la muerte sigue siendo el abismo
de la vida que pasa.

El mundo estaba en llamas y yo, desesperado,
confundía memoria con imaginación:
la pretérita gloria del futuro legado
por la Revolución.

Hubo grandes proyectos con ideas desnudas;
creímos en el cuento del cielo por asalto
y ahora nos asaltan, además de las dudas,
las ratas del asfalto.

Aun después de las armas, vivíamos al día;
nos quedaban los dientes para escarbar la tierra,
y el mundo era una fosa común que me pedía
seguir en pie de guerra.

La estupidez humana colmaba mis asombros
y yo me preguntaba para qué seguir vivo,
si es que seguía vivo, reptando en los escombros,
hasta siempre cautivo.

Para escarbar en busca de más sobrevivientes,
debía buscar antes, entre objetos sin vida,
los restos de mi cuerpo, nuestras almas y mentes,
la Esperanza perdida…

Me buscaba en las ruinas y los restos mortales
de un país habitado por la rabia y el odio,
que habían perpetuado, con actos criminales,
este negro episodio.

El mundo estaba en llamas y yo bajo sus fuegos,
resistiendo el asedio de la imbecilidad,
cuya ciega codicia guiaba los pasos ciegos
hacia la mortandad.

El mundo agonizaba y era también mi vida,
presenciar el ocaso precoz del pensamiento,
cavar mi propia tumba, su entrada sin salida,
morir a fuego lento.

El mundo era un desastre y el desastre una meta;
la barbarie barría con la fertilidad
y borraba la savia de la faz del planeta
para la eternidad.

Ni siquiera intentamos detener la matanza;
la caja de Pandora guardaba el mal de Aurora,
luz de todos los males, junto con la Esperanza,
nuestra fuerza motora.

La caja de Pandora, también cajón de sastre
por sus contradicciones, era muy superior
a la especie causante de su propio desastre
por un monstruo interior.

La bestia fue creciendo como cada mordisco
y, además de incubarse, la enfermedad ignora
que ahora es un engendro, grotesco basilisco
llamado mal de Aurora.

¿Y en dónde habrá quedado lo que fue construcción?
¿Qué fue de lo que fuimos? —se pregunta el fantasma
de aquello que llamábamos civilización
y hoy no es más que otro miasma.

(Final hablado:)

Si el planeta estaba enfermo y moribundo,
la solución de su agonía era la muerte,
así que sofocamos el incendio con explosivos
y se acabó el problema.

La humanidad murió con el planeta
por la Nada más grande que se haya visto jamás
en ninguna otra parte del universo.

Pero antes, mucho antes,
deserté de la guerra contra la vida,
no por la extinción de la especie humana,
sino por sus daños colaterales,
y sigo perdido, sin encontrarme
ni siquiera bajo tierra.

FIN

 


 


Señales

Ayer que me informaba y empapaba también de vívidas imágenes sobre el CoronaVirus en el mundo, terminé haciendo un cálculo catastrófico sobre los efectos de esta enfermedad y la negligencia institucional en México, a la luz de los hechos y las declaraciones, cuando algo muy extraño avivó una sensación de Apocalipsis: por primera vez desde que llegué a Huichapan, Hidalgo, hace más de siete años, hubo un estrépito de pájaros, lo cual es muy natural en otros lugares, pero aquí fue en aumento hasta un punto desconcertante, casi alarmante… Yo estaba en la cocina con la puerta abierta al patio delantero y salí a ver qué ocurría; Naomi allí afuera no parecía alterada. Para mayor desconcierto mío, los pájaros no eran visibles; los busqué por todos lados con la mirada, y nada… su escándalo llegó a ser casi ensordecedor y, unos minutos después de comenzar poco a poco, terminó también poco a poco.

Hasta allí todo es anecdótico-intrascendente y no tiene relación alguna con el CoronaVirus, aunque influye en un sentido estrictamente sicológico, y recordé uno de los primeros videos que me impactaron al respecto: Dross termina diciendo en ese video, luego de mostrar imágenes estremecedoras, que después de la fumigación masiva en Wuhan dejó de escucharse la presencia de los pájaros.

Al anochecer, yo bastante obsesionado con el tema y algo angustiado por razones que me reservo para no caer en alarmismos, hubo otro estrépito desconcertante, pero esta vez no fueron pájaros, sino grillos, como solemos llamar equivocadamente a las langostas o los chapulines, que llegaron a ser plaga en mis dos patios, sobre todo el trasero, en donde Naomi defeca y es cada vez más difícil levantar sus eses por la altura y la cantidad del pasto. De nuevo, la puerta de la casa al patio delantero estaba abierta y el escándalo extrañamente vino de adelante, no de atrás como habría sido más lógico. Salí al patio delantero y comprobé que la magnitud del estrépito era inusual, pero duró menos que el ruidoso alboroto de los pájaros en la tarde, digamos 3 a 5.

No haré público mi cálculo catastrófico porque tan válido sería considerarlo probable como descartarlo para evitar el pánico, pero me permito comentar el impacto que tuvo en mis ánimos el primer video que veo de un colombiano, documentando y reportando el día a día desde algún lugar de China, “a 600 kilómetros de Wuhan, la zona cero”, a través de YouTube. Me sacudieron en particular las imágenes de ciertos enfermos que escupen a la fruta y la verdura en los supermercados, así como a las manijas de las puertas y los pasamanos, para esparcir su tragedia con la idea de que, si el gobierno chino les niega una cura, entonces lo justo es que todos estén enfermos. Esas imágenes fueron captadas por cámaras de vigilancia y seguridad, y yo no había visto nada semejante después de acumular suficiente material en la mente como para sentirme testigo y próximamente protagonista del fin del mundo, sin temor a exagerar. Al principio no hice ningún intento de traducir a las palabras lo que sentía, pero ahora pienso en una frase que leí al comenzar la era de las redes sociales hace más de una década en hi5. Al pie de una colección de fotos brutales de hombres y mujeres torturados por soldados gringos en Medio Oriente, alguien escribió: “La humanidad está enferma”. Y recuerdo también el comentario que alguien hizo años después en Facebook al pie de un video que mostraba cómo un automóvil chocaba de frente contra una bicicleta y un ciclista, el ciclista rebotaba, la bicicleta quedaba inservible y el conductor salía de su carro para examinar el daño… a su carro. El comentario era: “El mundo ya valió madres”.


El sonido de una ciudad muriendo

Tres terroríficos secretos del CoronaVirus

El Chernobyl chino


Actualización



¡Qué lejos!

Hady Lamarr, genio infravalorado por la humanidad

Una reflexión pesimista para ponerte de mal humor

¡Qué lejos han quedado las épocas de personas pensantes y actuantes, realizadoras de hazañas memorables, creadoras de obras inmortales que inmortalizaban también a sus autores y autoras! ¡Qué lejos han quedado los grandes hombres, las grandes mujeres, los seres gigantes que hacían revoluciones, acababan con las inercias de la humanidad en algún sentido y transformaban el mundo! En rigor, hacían más que transformar el mundo al cambiar el contenido, además de la forma.

Cuando uno se asoma por la ventana que suelen ser las redes sociales y navega por ese mar infinito de mediocridad y estupidez, superficialidad y pequeñez, difícilmente recuerda que también existieron Marx y Engels, Lenin y Trotsky, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, y que Sartre rechazó el Premio Nobel de Literatura por considerarlo un «premio burgués». También el militar y diplomático vietnamita Le Duc Tho rechazó el Premio Nobel (de la Paz en su caso) cuando le fue concedido por las mismas “razones” al genocida Henry Kissinger.

Por un momento pensé que Bob Dylan rechazaría el Premio Nobel; lo pensé durante la tardanza en responder al anuncio… Pero la grandeza del cantautor está en su obra, no en sus actos, y tampoco la refleja el Comité del Nobel con su ignorancia, su incongruencia, su pragmatismo (algo que suele ser desprecio a la ética) y su ambigüedad a conveniencia mercantil.

¡Qué lejos han quedado seres como Diego Rivera y Frida Kahlo, Picasso, Miguel Hernández, Antonio Machado, Buñuel, Kurosawa, Chaplin, Isadora Duncan o Marie Curie! La humanidad se aleja de Hypatia​ en la medida que los herederos de sus asesinos se acercan a Jesús de Nazaret, aunque haya nacido antes. Ahora, los monstruos del cine que no conoce límites, como Zhang Yimou, son asimilados por Hollywood y prostituidos en parte por su propia caída en tentaciones baratas. Ahora, los talentos vendibles pasan necesariamente por Got Talent, que no siempre alcanza la altura del concursante, como sucedió con The Sacred Riana en la plataforma occidental, después de su triunfo más que rotundo en las audiciones de talento asiático. El creador mismo de Got Talent exhibió su pequeñez ante Riana por miedo a la magia negra, la nigromancia y el ilusionismo de culto satánico. Revelaciones tan sorprendentes como Susan Boyle terminan edulcoradas y suavizadas por las compañías productoras, no sin antes padecer severas crisis de salud mental. Prodigios infantiles como Amira Willighagen o Grace VanderWaal pierden la gracia y el carisma natural una vez que maduran y el mercado los amolda, los aliena, mutila y aplana su personalidad única y su originalidad creadora, inclusive su frescura y su espontaneidad.

¡Qué lejos estamos ahora de genios como el de Hedy Lamarr, tan lejos o más que en la época de su existencia! Estados Unidos como país y la humanidad entera tampoco estaban preparados entonces para algo de tal envergadura. Actriz de origen austriaco, inventora durante la Segunda Guerra Mundial de lo que ahora es la comunicación inalámbrica de larga distancia, así como del actual diseño de los aviones que antes de ella eran biplanos y triplanos, terminó buscando comida en los basureros de la vía pública para alimentar a sus gatos, luego de hacerse adicta a las cirugías “estéticas” que desfiguraron su rostro. El gobierno gringo robó la propiedad intelectual de sus inventos, y ahora Joaquín Sabina canta: “Acabaré como una puta vieja, hablando con mis gatos”. En vez de rendir homenaje a quien honor merece, hace alusiones ofensivas, pero, ¿qué otra cosa podíamos esperar de un taurófilo, sionista, ideológicamente acomodaticio, drogadicto y homosexual de clóset que se dice “mujeriego”?

Qué lejos ha quedado inclusive la valoración de la genialidad, el respeto a la superioridad minoritaria por las mayorías inferiores en términos de capacidad humana, sobre todo cerebral, el reconocimiento de la condición excepcional o la calidad extraordinaria que hoy parece una isla tragada por el mar de basura que a su vez produce la humanidad en su absurdo afán de masificar las miserias con menos obras que sobras.

¡Cuán distante la visión de algo distinto! ¡Qué rápido quedó atrás, por ejemplo, la juventud revolucionaria de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto «Ché» Guevara! ¡Y qué rápido se aleja la estela de Nelson Mandela!

En México, un país amnésico y mediocre por naturaleza y antonomasia, al morir Carlos Monsiváis en 2010 y Francisco Toledo en 2019, se acabaron las épocas de personas extraordinarias. ¡Qué lejos estaban ya los vientos de Zapata, Jaramillo, Cabañas y Genaro Vázquez, o las ideas de los hermanos Magón y sus ideales! De ahora en adelante, hasta el advenimiento de nuevas generaciones, padeceremos la época de las redes sociales, esos lugares virtuales que propician, más que ninguna otra cosa, la identificación entre masas oligofrénicas, deshonestas y cobardes, cuya oligofrenia no termina en donde comienza la deshonestidad y la cobardía, ni viceversa, porque hay simbiosis o sinalefas diluidas en sentido metafórico. Así es tratándose de México, probablemente más que ningún otro país y en la medida que podamos hablar de país, porque México es más bien un negocio y una muerte alegre de creer su propia mentira, una ilusión demagógica del autoengaño, una vergüenza y una franquicia tejana.

En todo el Tercer Mundo, la supuesta o pretendida grandeza es siempre cuantitativa, jamás cualitativa: se mide en número de ventas o visualizaciones en YouTube. Los grandes paradigmas de México y América Latina son Slim y Juan Gabriel.

Después de Bach, Beethoven, Chopin, Vivaldi, Chaikovski o Wagner, ¿hubo alguien que, por lo menos, intentara cumbres similares? Lo normal ahora es padecer inclusive narcocorridos en Aurrerá, reguetón en las calles y hasta en concursos de “talento”. ¡Qué lejos quedaron Brahms, Verdi, Schubert, Debussy, Strauss, Paganini, Liszt! De Van Gogh y Gauguin no quedan más que parodias. Después de Shakespeare y Cervantes, inclusive sus émulos pasaron a la historia. Con la muerte mental de García Márquez acabó la herencia del boom latinoamericano. ¡Qué lejos quedaron también los filósofos clásicos! Y su legado se reduce hoy, en el mejor de los casos, a citas en imágenes de texto, a lugares comunes en Facebook, Twitter, Instagram… que a su vez sustituyen a los libros y compiten con YouTube en ese despropósito. Ahora, para los antilectores que vemos concurrir en las redes sociales, una imagen de texto vale como referencia indiscutible de autoridad intelectual.

Siempre hubo genios inmensos, pero incomprendidos en su momento, como Galileo Galilei y Charles Darwin, genios asesinados por el fanatismo y la barbarie, como Hypatia y Federico García Lorca, o por la estupidez institucional, como Alan Turing, genios cuya grandeza no fue reconocida en su verdadera dimensión, sino mucho tiempo después de que murieran en la miseria y la soledad, como Wolfgang Amadeus Mozart o Edgar Allan Poe. Ahora, en el mejor de los casos, los habrá con más razón.

Por encima de las masas más o menos infrahumanas siempre hubo masas encefálicas de minorías privilegiadas en ese aspecto, pero eso ha quedado en el pasado; aquellas épocas han pasado a la historia y, de ahora en adelante, nos referiremos a ellas con nostalgia y añoranza, con pesimismo y amargura por el presente y su proyección hacia un futuro inexistente, o acaso incierto y oscuro, inclusive distópico si nos ponemos imaginativos y literarios.

En las próximas décadas no veremos ni siquiera la gestación de una generación superior a las actuales en cuanto a capacidad creadora y constructiva, ni en el terreno de los valores éticos y morales, ni en las relaciones solidarias, o para decirlo pronto, en la evolución de la especie humana en un sentido estricto, sino todo lo contrario: veremos destrucción, ingenio destructivo, ingeniería bélica, ciencia criminal, manipulación mediática, fundamentalismo político y religioso, imbecilidad en masa, ignorancia, televisión, futbol y caídas en trágicas trampas con nombres de panaceas indiscutidas como progreso y democracia. Todo lo demás, una vez olvidado, será gloria pretérita.

¡Qué tiempos aquellos! –diremos los viejos de todas las edades que suframos un ápice de conciencia y memoria del naufragio, mientras la juventud según el concepto inventado por la moda, o sea, la juventud engendrada por el mercado, seguirá pisoteando los últimos restos de su alma, con la mirada fija en una pantalla móvil.

Bob Dylan en 1965, por Jerry Schatzberg

Léase también Misantropía