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Referencias

Acerca del poema Mal de Aurora

Luis Eduardo Aute menciona el mal de Aurora en, por lo menos, cuatro canciones: El niño que miraba el mar, Giraluna, Tríptico de luces y sombras y J’ecris ton nom (Escribo tu nombre, traducido al español, es el título de esta última, escrita y cantada en francés). Al decir mal de Aurora, Aute hace un homenaje al Conde de Lautréamont, uno de sus autores preferidos, en cuya obra Los cantos de Maldoror aparece un personaje llamado «Mal d’Aurore» que es un basilisco. En palabras de Aute, el basilisco es “una criatura mitológica muy perversa que mata con la mirada y tiene cabeza de ave, alas de murciélago, cuerpo de ser humano, patas de león y cola de cocodrilo”. Proveniente originalmente de la mitología griega, entre quimera y aberración zoológica, el basilisco es también una metáfora del monstruo que todos llevamos dentro.

El título de mi poema o letra de canción hace un homenaje al homenaje de Aute, implicando que también la humanidad tiene un monstruo interior, que se autodestruye al destruir el planeta, y su destrucción llega inclusive más allá…

Otras referencias

La caja de Pandora también proviene de la mitología griega y originalmente no era una caja, sino una tinaja ovalada que tenía el nombre masculino de pithos y contenía todos los males del mundo. Conocida como caja en la actualidad, ese mítico recipiente forma parte de la historia de Pandora, la primera mujer, creada por Hefesto y por orden de Zeus.

La historia cuenta que, para vengarse de Prometeo por haber robado y dado el fuego a los humanos, Zeus presentó a Epimeteo, hermano de Prometeo, una mujer llamada Pandora, con quien Epimeteo se casó. Como regalo de boda, Pandora recibió un misterioso pithos con instrucciones de no abrirlo nunca por ningún motivo, pero los dioses habían otorgado a Pandora una gran curiosidad, así que ella terminó por abrirlo para saber qué había dentro y, al hacerlo, escaparon de su interior todos los males del mundo; cuando ella lo cerró de nuevo, en el fondo no quedaba más que Elpis, espíritu de la esperanza o deidad que la personifica, y único bien que los dioses habían metido allí, origen de la expresión: «La esperanza es lo último que se pierde».

Entre los males contenidos en la después llamada caja de Pandora —cabe actualizar el mito— está el mal de Aurora, que prácticamente vale por todos los males que asuelan al planeta desde la antigüedad, sobre todo tratándose de la humanidad como especie, aunque también del ser humano como individuo. Ambos tienen su propio monstruo interior y suelen externarlo tanto como para serlo en los hechos.

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Por su parte, la idea del asalto a los cielos o de tomar el cielo por asalto suele atribuirse a Karl Marx por múltiples textos que hablan de un capítulo específico de la Revolución Francesa en esos términos, y particularmente por una carta a su editor… Pero dicha idea también tiene su origen en la mitología griega, cuando los titanes se rebelan contra los dioses del Olimpo, se amotinan y toman el cielo por asalto… La paráfrasis es muy recurrente, sobre todo entre comunistas de todo el mundo a partir de Marx, y abunda en títulos de libros y documentos audiovisuales sobre la Revolución Francesa y la Revolución Rusa, principalmente, aunque también en casos como la novela ambientada en la Revolución Mexicana Al cielo por asalto, de Agustín Ramos, donde los socialistas y comunistas mexicanos tienen más protagonismo que los demás revolucionarios (villistas y zapatistas, para empezar) o los capitalistas y sus huestes; otro ejemplo referente y más o menos trascendental es el libro de memorias autobiográficas Asalto a los cielos: Mi vida junto a Pasionaria, de Irene Falcón, secretaria y compañera de «La Pasionaria», Dolores Ibárruri.

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The world was on fire and no one could save me but you (El mundo estaba en llamas y nadie podía salvarme más que tú), es el primer verso de la canción Wicked game (Juego perverso), de Chris Isaak, entre balada y rock ligero de amor no correspondido que suena en la película Wild at Heart (Salvaje de corazón o Corazón salvaje), de David Lynch, quien dirigió también un video musical para la canción con escenas de la película, el cual no fue publicado en su momento, salvo en la originaria edición VHS de la película, sino hasta 2012, 23 años después de grabada la canción en 1989 y 22 después de estrenada la película en 1990.

La canción tiene una versión en español con letra adaptada por Beto Cuevas para la banda chilena La Ley, pero el primer verso no dice “El mundo estaba en llamas”, sino “Si el mundo se acaba”… En español, no existe poema ni canción con un verso que diga: “El mundo estaba en llamas” ni “El mundo agonizaba” ni “El mundo era un desastre”. Hay una canción de Los Juacos que dice: “El mundo es un desastre, pero un hermoso desastre si estoy con vos”. En fin. La originalidad se mide a partir del todo y no por la suma de sus partes. La saga o bilogía de Quentin Tarantino, Kill Bill, hace más de cuarenta referencias (guiños y homenajes) a otras películas y, aun así, nos guste o no, el conjunto es original.

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Rabo de nube, como llaman al tornado en Cuba, es el título de una canción de Silvio Rodríguez, que a su vez da nombre al disco que la contiene. Dicho título es mencionado un par de veces por Ricardo Arjona en su éxito Marta (mediocre, como toda su obra) y por Joaquín Sabina en No permita la Virgen, que repite inclusive una de las rimas de Silvio. Yo, por lo menos, rimo palabras que nadie había rimado, al menos con esa frase, cuyo autor no es el cantautor cubano ni tiene la exclusividad.

La canción, con su compleja sencillez, me parece una pequeña joya; la belleza de su letra es tan sensible y sutil como su música.

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La idea de “escarbar la tierra con los dientes” es de Miguel Hernández, quien expresa ese deseo en su Elegía por la muerte de Ramón Sijé, “a quien tanto quería”. La Elegía dice: “Quiero escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte a parte / a dentelladas secas y calientes. / Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”.

Si no lo dijera Hernández por razones anímicas que lo justifican, tampoco yo hablaría de “escarbar la tierra” porque es una redundancia: no es posible escarbar nada más que la tierra, a menos que sea, en términos metafóricos, la mente o mentalidad de alguien, su ideología, su escala de valores éticos y morales… algo así.

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“A pesar del otoño, creceremos” es el último verso de la canción No lo van a impedir, de Amaury Pérez, un guiño en principio involuntario por influencia consciente del poema El herido, también de Miguel Hernández, cuya segunda mitad —salvo la tercera estrofa— es canción con música de Joan Manuel Serrat y título que hace resaltar su vitalismo: Para la libertad (algunos discos la titulan Para tu libertad, lo cual me resulta demagógico). De ese poema y otro que se llama Canción del esposo soldado, y uno más del mismo autor, pero sin rimas, titulado Las cárceles, aprendí la métrica. “Retoñarán aladas de savia sin otoño”, dice uno de los versos cantados por Serrat que sonaba en mi mente cuando escribí el poema.

Esa métrica o versificación, por cierto, es más difícil de lo que nadie imagina, pero vale la pena cuando fluye; consiste en estrofas de cuatro versos, los tres primeros con catorce sílabas y el último con siete; los tres primeros están divididos en dos partes de siete sílabas cada una, como si la estrofa tuviera siete versos de siete sílabas cada uno, pero el primero rima con el tercero, y el segundo con el cuarto: nones y pares. En los mejores casos, cada oración debe tener un mínimo de catorce sílabas y alguna relación con las demás oraciones de la estrofa para efectos obvios de coherencia y fluidez. Escribir un poema fragmentario con esta versificación es relativamente fácil, pero su belleza rítmica y sonora en general resulta más bien escasa (léanse los mencionados poemas de Hernández y analícese desde una perspectiva crítica su estructura métrica en la medida que las estrofas son desiguales).

La canción Para la libertad —segunda parte del poema El herido— consta de cuatro estrofas; las dos primeras son fragmentarias, las dos siguientes son continuas… La frase misma Para la libertad, por acabar en palabra aguda, tiene seis sílabas, lo cual rompe las reglas que se impone el propio autor, como si quisiera, pero no pudiera, al menos en las estrofas que empiezan con esa frase —tres en el poema, dos en la canción. La música de Serrat hace lo mismo y entonces pierde importancia este rigor. La segunda parte de la canción, o sea, las dos estrofas siguientes, cumplen con todas las exigencias, salvo porque el poeta vuelve a romper sus propias reglas con el verso final: “porque aún tengo la vida”, que tiene ocho sílabas, y Serrat lo corrige al ajustar su métrica, reduciéndolo a siete sílabas, las que debe tener: “aún tengo la vida”. Además, la palabra “porque” se decía tres veces en dos estrofas y, con los ajustes de Serrat, se dice una vez en cada estrofa, de modo que hay un mínimo equilibrio.

La estrofa que Serrat omite al musicalizar las demás, dice: “Para la libertad me desprendo a balazos / de los que han revolcado su estatua por el lodo / y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, / de mi casa, de todo”. Si el músico Serrat, además o en vez de El herido, hubiera musicalizado Canción del esposo soldado, por el primer verso, habría omitido completa esta estrofa: “Es preciso matar para seguir viviendo. / Un día iré a la sombra de tu pelo lejano / y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo / cosida por tu mano”. Yo, en cambio, cito ese primer verso en Tiempo de ira.

Quizás haya otros poemas de Hernández con la misma versificación y no los recuerdo ahora.

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Mi poema o letra de canción, después del título, mencionaba el mal de Aurora cuatro veces, como el número de canciones de Aute que también lo mencionan, pero fue necesario excluir tres estrofas por el tiempo en que conjugaban los verbos, para que hubiera coherencia con el final hablado. Dichas estrofas hablaban del mal de Aurora como algo incubado en el presente que nacería en el futuro y, al rehacerlas, cambié las rimas y quedó fuera el manido mal, al menos con ese nombre. Otras estrofas, aunque no lo mencionaban, fueron eliminadas por la misma razón. Quizás en algún momento, por ahora improbable, retome la creación de este poema y cambie o agregue tres estrofas para que haya cuatro con esa mención, porque me gustaba que así fuera.

Las cuatro canciones de Aute son desiguales; dos de ellas —El niño que miraba el mar y Giraluna— pueden considerarse como auténticas joyas, sin temor a exagerar, sobre todo la letra de la primera; las otras dos son desplantes de pedantería y esnobismo (sus letras), aunque todo el aspecto musical de J’ecris ton nom es fascinante, su arreglo es muy seductor… La música de la primera me parece trivial, pero el video musical es especialmente creativo, pues Aute, además de músico y poeta en estricto sentido, era cineasta, escultor, dibujante y pintor. Tanto en conciertos y entrevistas como en el libreto que acompaña al disco, el cantautor narró la historia de las fotos que le tomaron, “oteando el más allá del fin del mar”, una su padre cuando él era niño, otra su hija cuando él era viejo, la primera en Manila, Filipinas, la otra en La Habana, Cuba, casualmente desde el mismo ángulo; al descubrir la coincidencia, sus hijos hicieron un montaje con ambas fotos, donde Aute niño y Aute viejo miran el mar sentados uno al lado del otro en un malecón, acompañándose, y se lo regalaron en un cumpleaños. Aute dibujó entonces una secuencia o transición evolutiva y, al hacerlo, nació la letra de la canción y después el cortometraje de dibujos animados por computadora.

Sin duda, Aute era un sabio, un creador fecundo y uno de los intelectuales más honestos que he leído y escuchado. Lamento que nunca dejara de fumar y que haya muerto, al parecer de covid. El niño que miraba el mar, también sin duda, es una de sus canciones más brillantes, comparable con las mejores de su primera época: De alguna manera, La belleza, Al alba, Queda la música… y con las más plausibles de años recientes: Un ser humano, Quiéreme, Prodigios… inclusive con las más indiscutibles obras maestras que han escrito en español otros autores, como su amigo Serrat: Cantares, Mediterráneo, De cartón piedra

Vaya pues.

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Edgar Allan Poe escribió un texto para explicar la creación de su poema The Raven (El cuervo) y ninguna revista quiso publicarlo. Para desgracia de Poe, todavía no existían los blogs ni las redes sociales y demás sistemas de autopublicación. Por fortuna para mí, existe la posibilidad de explayarme hasta el punto de que nadie quiera leerme.

FIN


Tema relacionado: Mal de Aurora

 


Mal de Aurora

 

(Cántese con la música de Joan Manuel Serrat en la segunda parte de la canción Para la libertad, pero en tono pesimista)

El mundo estaba en llamas y yo, más que perdido,
me buscaba en las ruinas de los sueños que tuve
y en pos de una utopía que arrasara el olvido
con su rabo de nube.

Me buscaba en las ruinas y los restos mortales
de un país habitado por el odio y la muerte,
vaivén de las ausencias de plantas y animales
en su cultura inerte.

El mundo era un desastre y el desastre una meta,
como causa y efecto de la perversidad;
los males del planeta no los causó el planeta,
sino la humanidad.

El mundo agonizaba, cayéndose a pedazos,
por un lento suicidio de la virtud y el vicio,
cuya ciega codicia guiaba los ciegos pasos
hacia su precipicio.

La destrucción mermaba nuestras últimas fuerzas
sin dejar nada intacto, salvo acaso la escoria,
ganancias materiales en las cuentas perversas
y el final de la Historia.

Convertía los mares en mares de basura,
los aires y sus vientos en nubes de veneno,
la tierra en cementerio, demencial sepultura
del hábitat en pleno.

A pesar del otoño con su oscuro presagio,
seguía vivo el sueño de un cielo menos gris,
teníamos en mente los restos del naufragio
para el final feliz.

Pero todo era inútil, un pendejo espejismo;
la humanidad enferma prendió fuego a su casa,
y el paso de la muerte sigue siendo el abismo
de la vida que pasa.

El mundo estaba en llamas y yo, desesperado,
confundía memoria con imaginación:
la pretérita gloria del futuro legado
por la Revolución.

Hubo grandes proyectos con ideas desnudas;
creímos en el cuento del cielo por asalto
y ahora nos asaltan, además de las dudas,
las ratas del asfalto.

Aun después de las armas, vivíamos al día;
nos quedaban los dientes para escarbar la tierra,
y el mundo era una fosa común que me pedía
seguir en pie de guerra.

La estupidez humana colmaba mis asombros
y yo me preguntaba para qué seguir vivo,
si es que seguía vivo, reptando en los escombros,
hasta siempre cautivo.

Para escarbar en busca de más sobrevivientes,
debía buscar antes, entre objetos sin vida,
los restos de mi cuerpo, nuestras almas y mentes,
la Esperanza perdida…

Me buscaba en las ruinas y los restos mortales
de un país habitado por la rabia y el odio,
que habían perpetuado, con actos criminales,
este negro episodio.

El mundo estaba en llamas y yo bajo sus fuegos,
resistiendo el asedio de la imbecilidad,
cuya ciega codicia guiaba los pasos ciegos
hacia la mortandad.

El mundo agonizaba y era también mi vida,
presenciar el ocaso precoz del pensamiento,
cavar mi propia tumba, su entrada sin salida,
morir a fuego lento.

El mundo era un desastre y el desastre una meta;
la barbarie barría con la fertilidad
y borraba la savia de la faz del planeta
para la eternidad.

Ni siquiera intentamos detener la matanza;
la caja de Pandora guardaba el mal de Aurora,
luz de todos los males, junto con la Esperanza,
nuestra fuerza motora.

La caja de Pandora, también cajón de sastre
por sus contradicciones, era muy superior
a la especie causante de su propio desastre
por un monstruo interior.

La bestia fue creciendo como cada mordisco
y, además de incubarse, la enfermedad ignora
que ahora es un engendro, grotesco basilisco
llamado mal de Aurora.

¿Y en dónde habrá quedado lo que fue construcción?
¿Qué fue de lo que fuimos? —se pregunta el fantasma
de aquello que llamábamos civilización
y hoy no es más que otro miasma.

(Final hablado:)

Si el planeta estaba enfermo y moribundo,
la solución de su agonía era la muerte,
así que sofocamos el incendio con explosivos
y se acabó el problema.

La humanidad murió con el planeta
por la Nada más grande que se haya visto jamás
en ninguna otra parte del universo.

Pero antes, mucho antes,
deserté de la guerra contra la vida,
no por la extinción de la especie humana,
sino por sus daños colaterales,
y sigo perdido, sin encontrarme
ni siquiera bajo tierra.

FIN