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Mis cuentos breves

Hace unos años fui objeto de plagio más de una vez en Tuiter. Hay inclusive un meme viral (imagen de texto compartida masivamente) también en Facebook, con un microcuento mío, simplificado al máximo. En consecuencia, despubliqué una página de este blog con mis primeros microcuentos y cuentos breves, que tenían un mínimo casual de cinco palabras y un máximo de 300. Ahora me parece que 300 palabras son demasiadas cuando se pretende brevedad. Desde entonces llegué a tener alrededor de 500 microrrelatos y cuentos breves con ese margen de extensión, y los he registrado “en tiempo y forma”, de modo que los derechos de autor me permiten demandar por plagio… El trámite duró dos años porque así es este país de pacotilla.

Ahora vuelvo a publicar la mayoría de aquellos textos, junto con otros más recientes, en una selección de cien, cuya extension está entre las cinco palabras y las 250, que siguen pareciéndome demasiadas. Más adelante reduciré el máximo a 200. Y además del criterio de la extensión, si algo tienen en común estos cuentos es que me gustan. Decidir cuáles son los mejores es prácticamente imposible cuando se tiene tal cantidad casi con la misma calidad. Elegí cien que incluyen a los más viejos; el primero de la página es también el primero que escribí hace más de veinte años y lo publicó en su momento La Pluma del Ganso, una revista mexicana de papel. Otros cuatro fueron publicados en libros antológicos.

A ver qué les parece la página. Agradeceré sus opiniones: ¿Cuáles de estos cuentos les gustan más? ¿Cuáles les gustan menos? ¿Cuáles les disgustan y por qué?

Cien cuentos breves


¡A bocajarro!

Sinéad O’Connor

Algo tienen en común:

¡Con el trabajo que siempre me ha costado que alguien me toque! ¡Que a mí no me guiña el ojo ni un francotirador! ¡Nadie, de verdad! ¡Que yo apago la luz y El Coco la enciende! Tú me entiendes.
Paz Padilla

Ven a montarme, jefe. La última vez que un hombre tocó mi cuerpo fue hace dos años cuando el médico me extirpó la matriz.
Sinéad O’Connor

Estoy desempleada y buscando… Tengo 47 años y nunca he sido besada.
¡Qué vergüenza!

Susan Boyle

Diálogos breves

Entre Jesús Ramírez Cuevas y yo en el bar del restaurante Madre Tierra,
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, enero de 1994.

(Comienza y termina él)

—¿Me invitas una chela?
—No.
—¿Por qué?
—Porque no quiero.
—Estoy bromeando.
—Yo también.
—¿Entonces sí me la invitas?

* * *

Entre una lúcida locutora y yo, vía telefónica:

—¡Voy a sacarte los ojos cuando te vea!
—Vas a necesitar ayuda.
—No, mejor te doy un beso en la boca para que te vuelvas loco.
—Prefiero que me saques los ojos.

Y unos años después:

—Por lo visto, tendré que esperar otros diez años al hombre de mis sueños.
—Bueno, tú estás loca, ¿verdad? ¡Estás mal de la cabeza!
—Sí, Iván, estoy loca por ti.

* * *

Entre dos mujeres y yo, por separado:

—¡Qué feo es llegar a viejo!
—Es más feo no llegar.
—Viejo, cansado, anciano, decrépito, senil, deteriorado… ¡vejestorio enfermo y acabado!
—¡No te eches tantas porras!

* * *

Entre un pedante y yo:

—La disolución del tejido social por la implementación de las políticas públicas…
—No pinches mames con tus pinches mamadas, pinche mamón.

* * *

Entre un español y una mexicana:

—Estoy tan inflamacionado que voy a explosionar.
—¡No te intenses!

* * *

Entre moderador y participante en el primer grupo de red social:

—¿De qué quieren que hablemos?
—¡A mí se me hace que eres homosexual!

Un minuto después:
—¡Y te amo!

* * *

Diálogo unilateral, casi monólogo:

—¡Dame un abrazo, maldita sea! ¡Estás hermosa, me lleva el diablo! ¡Abre tus regalos, desgraciada! ¡Dime que te gustaron, no seas canalla!

* * *

De borracho a borracho:

—¡Pórtese machito! ¡No haga gestos, no haga gestos! ¡El trago es sagrado y el bolo es sufrido! ¡Que sienta el cuerpo lo que recibe! ¡Salud!

FIN