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En esta soledad…

 

(Guiños y homenaje a Dylan, Benedetti y Buñuel)

En esta soledad a cielo abierto,
valle de los espejos que no reflejan nada,
mi poema es un barco de madera
perdido en el desierto
como un reloj de arena en la mirada
y efímera quimera.

En esta sucesión de irrealidades
que suele suceder a mis edades
acaso más que ayer,
sucede que un espejo es un abismo,
a veces el desierto un espejismo
y el oasis un cuerpo de mujer.

Con esta soledad a la deriva
naufraga en la tiniebla una piragua
por una tempestad intempestiva,
la ensangrentada luna es una fragua,
la música un pïano bajo el agua
y el rumor de las olas
un eco en caracola sucesiva.

En esta soledad amurallada
por el tiempo de piedra que se nutre
del insaciable olvido, todo es cutre,
tedio y encrucijada,
la memoria se cae hecha pedazos,
al final es un cúmulo de ocasos
y el silencio una estrella disecada.

En esta soledad sin sol ni edad
se divorcian del húmero los músculos,
alternan desamparo y orfandad,
y se tiñen de rojo los crepúsculos.

En esta soledad a campo abierto
que la gente hace un campo de batalla
mora un dragón detrás de la muralla
y es la disolución del desconcierto.

Por esta soledad el mal de Aurora
contiene fuegos fatuos en sus fauces,
con la muerte del día un cielo llora
y anega la tristeza de los sauces.

Otro cielo se rompe contra un risco
y el viento calla en busca de socaire
que, por no despertar al basilisco,
se hacen polvo las aves en el aire
de la noche glacial, polvo de estrellas,
las aves de los sueños con la brisa
que borra de los médanos las huellas
de su paso al olvido y la sonrisa.

En esta soledad de cuerpo inerte
se divorcian los músculos y el húmero,
la vida es anticipo de la muerte,
pues «negro es su color, cero su número».

En esta soledad por la que subes
al cielo imaginario de los muertos
se desangra su luz, arden sus nubes
y nacen flores negras en sus huertos.

Las cigarras son ínfimas estelas
de otro cielo estelar, cielo estrellado
contra un planeta muerto y enterrado
por esta soledad y sus secuelas.

En esta soledad a flor de piel
los árboles arañan el invierno,
los demonios regresan del averno
y el silencio parece de papel.

En esta desolada pesadilla
se divorcian del húmero los músculos,
dormita una pasión de pacotilla
y oscurecen de pronto los crepúsculos.

En esta soledad una costumbre
de crucifijo en llamas, de fogata,
la corona de espinas en su lumbre,
conjura otra costumbre y la retrata
como valor más próximo a la herrumbre
que sus pobres adornos de oro y plata.

En esta soledad con esclerosis
los cielos precipitan su caída,
lastre de un largo vuelo el equipaje,
la muerte forma parte del paisaje
que se funde y confunde con la vida,
todo en pequeñas dosis,
dualidad, maridaje,
sinalefa y simbiosis.

Requiero en esta fría soledad
un hogar que me abrigue, me arrope y me cobije,
dejar al Underground en libertad
y hacer del basilisco un alebrije.

FIN

El poema tiene 16 estrofas, 84 versos… sin contar el título, dice 13 veces la palabra “soledad”… se roba un verso de Bob Dylan, una idea de Mario Benedetti y otra de Luis Buñuel:

«Negro es su color, cero su número», dice un verso de la canción A Hard Rain’s a-Gonna Fall (Una fuerte lluvia va a caer), de Dylan

«En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo», dice originalmente Benedetti (creo que la frase pretende ser un haikú)

La corona de espinas en llamas es una escena de la película Viridiana, de Buñuel

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