Ella y él (asimetrías)

 

Ella vive los días y las noches
lidiando con el tedio y la oquedad;
cuando le sobran fámulos y coches,
le falta humanidad.

Él tiene más proyectos en la mente
que posibilidades en la vida;
vive tensando al máximo el presente
que se aleja enseguida.

Heredero de lastres familiares,
también con más pasado que futuro,
lo agobia una conciencia de pesares,
su edad es un apuro.

Ella joven y bella en su palacio
se aburre con rutinas de gimnasio,
de cocina y aseo general,
más bien supervisión,
viendo televisión
y revistas de chismes a la moda;
vivir cómodamente le incomoda:
vacío existencial.

Un mensaje de voz
perdido en el abismo de las voces
les decía con lacerante afán:
Lo peor de los dos
es que no se conocen
ni se conocerán.

Ella tiene un marido millonario
y él no cuenta con nadie que lo apoye,
navega contra el viento en solitario
para que no lo arrolle.

Esclavo de una casa defectuosa
como su propio cuerpo y un cerebro
con trastornos del sueño y peligrosa
dependencia de fármacos, celebro
su enorme voluntad…

Con más males que bienes,
él requiere de tiempo que no tiene,
pero se lo dará la eternidad,
mientras ella, incapaz de concebir
ni siquiera la idea de adoptar
un mejor porvenir,
vive como inmortal sus tonterías,
a falta de hijos propios o adoptados
para seguir el paso de los días
menos satisfactorios y aceptados
que la maternidad.

«Así lo quiso Dios»,
dirán quienes endilgan a sus dioses
el arbitrio confeso en el diván:
Lo peor de los dos
es que no se conocen
ni se conocerán.

La niña, por ser hija de papá,
disfrutó de abundancia material,
clases particulares y colegios
privados, todo cuanto le brindara
la mejor nutrición y ropa cara,
lujos y privilegios,
como costosos viajes por el mundo,
todo para encontrarse cara a cara
de un tiempo en adelante
con lo único profundo
en la superficialidad reinante:
su vacío total.

Con más enfermedades que recursos,
él pervive atrapado en un pueblucho,
luchando por cambiar su realidad
para ser escritor y dibujante
mucho antes de llegar a la posdata,
sin mirar hacia atrás, siempre adelante,
caminar con los perros que rescata,
vivir en libertad.

Hasta el último adiós,
como el más visceral de los adioses,
ellos nunca jamás se lo dirán:
Lo peor de los dos
es que no se conocen
ni se conocerán.

FIN

 

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