Travesía

000 editadaAl atravesar la puerta, era de noche. Al atravesar la noche, un día se gestaba y el año amanecía, luego de una botella de vino blanco, adorno durante años, cuatro meses de abstinencia y la recuperación total de mi cuerpo, en las calurosas cañadas de la Selva Lacandona y los Altos fríos de Chiapas. Tahoma llenaba el vacío de mi cama con el sueño empiernado y el alma descalza, mientras liberábamos a los presos de Rancho Nuevo, entre ellos a William, también conocido como el Macho Callahan, un gringo viejo que pernoctó desde entonces bajo el único puente sin agua de la Venecia latinoamericana. Como he dicho, la toma de San Cristóbal fue un poema (nocturno al zapatismo del siglo XXI), y alguien me regaló esa noche un libro de Roque Dalton. «Es para que te maten», bromeó la nariz prominente bajo el pasamontañas. «Será para leerlo», respondió la nariz prominente bajo el pasamontañas. Alguien me regaló esa noche.

-¿Y para qué lo escribes? ¿Para que venga la policía de Peña Nieto a destrozar tu departamento y dejarte sin computadora?

-Lo escribo para este blog y sus lectores, al socaire del insomnio y al garete noctámbulo, a saber, a la deriva, porque soy un fantasma en el barco del océano que atravesó Drácula, el mar de tiempo muerto, la mar de muerte que inunda el mundo en donda abunda, planeta de agua tan muerto que se llama Tierra y está enterrado, como Nawal Marwan.

-¿Qué tiene que ver?

-Tiene que ver un pueblo en ruinas por la barbarie genocida y la destrucción a su paso, y vivir una masacre de musulmanes inocentes, indefensos, inermes, por judíos de la derecha cristiana, y vengar la muerte de su hijo, que la torturará y violará una y otra vez para que deje de cantar en la mazmorra de prisioneros políticos hasta embarazarla y ser el padre de sus hermanos; tiene qué ver cómo acribillan a hombres, mujeres y niñ@s los asesinos de Dios, con alevosa cobardía, fría y artera saña, sin hacer más distinciones que la religiosa y racial, vergüenza y lastre de la humanidad, que salvará su truculenta vida, como personaje de Shakespeare o tragedia griega.

Y antes decía yo que navego vagabundo y vago navegante que boga por el mar muerto, el salto de la muerte al abismo de la noche, paso mortal del silencio y la oscuridad a la profundidad acuática del acúfeno y la zona muerta del pensamiento.

-¿De cuál silencio, si el pandemonio nos invade cada veinte minutos durante diez?

En el edificio donde vivo, la bomba de agua debería explotar, como suelen hacer las bombas, antes que yo, pero más bien parece una bomba yucateca; también el tanque de gas… «Esta bomba tiene conciencia de clase», dijo el camarada vasco, antes de arrojarla, pero el coctel molotov no estalló, y yo quedé sombrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla…

-Eso no es tuyo y dice umbrío, no sombrío.

-Sombrío quedo mejor en este contexto, y no es mío, pero tampoco hace falta decirlo, porque lo saben quienes hayan leído esa anécdota de Elena Garro y hayan escuchado el soneto de Miguel Hernández hecho canción por mi querido Joan Manuel, admirado Serrat.

-Y no olvides el guiño al Drácula de Coppola.

-Yo nunca olvido nada, ni siquiera el olvido, porque me lo recuerda la memoria, valga la redundante perogrullada; la memoria resiente su pasado reciente y acorta la distancia de añosos hechos, añejos dichos y añadas omisiones, en el camino a ninguna parte; los recuerdos me tienen y mantienen anclado como un barco entre arrecifes en el pasado que no pasa, está y sigue presente, como un ciclo vicioso, eterno fragmento de muerte que hace de la vida un laberinto circular, noria del tiempo, eternidad sin movimiento, repetición atávica. El silencio de la noche me hace ver en el recuerdo todo aquello que no tuve, todo aquello que no tengo.

Me hago preguntas confusas
para que acudan las musas,
pero en vez de aparecer,
sólo me llama el recuerdo
y en el pasado me pierdo,
como volviendo al ayer.

-Esa estrofa es tautológica, y lo anterior, un plagio.

-Con la salvedad, mi beligerante Soralia, de que el homenaje a Juan Salvador Gaviota en la parecida voz de Serrat dice: «quiero dedicarles hoy, todo aquello que no encuentro, todo aquello que no soy». Y no tiene créditos porque los versos refritean un cuento de Richard Bach, como Neil Diamond… Tanto el romance a la antigua como la estrofa de rimas consonantes los escribí en la primera juventud, así que dame chance.

-Es mejor tu homenaje, eufemísticamente hablando.

-Versión mejorada, es más mejor.

-En vez de una prosa con sintaxis excéntrica, deberías escribir palabras de amor.

-No tengo palabras de amor, sino de odio y rencor, de amargura y desencanto, escepticismo y decepción; palabras de coraje y adrenalina en la oscuridad nocturna, de lluvia y luna menguante, palabras insomnes, delirantes, que respiran células muertas y transpiran muerte masiva de neuronas, palabras de madera talada por la depredación humana, que destruye su casa «para vivir mejor», palabras que habitan el espacio de tu ausencia y se nutren del vacío que dejaste, palabras inútiles, tullidas, mutiladas, que vuelan y caen…

A través de la noche y un puente peatonal, regreso al punto de partida, mi origen como aborigen de Coyoacán, y al reencuentro con la soledad… Hace todavía poco tiempo, la vorágine megalópata barrió con los eucaliptos y su olor a infancia libre de preocupación por la suciedad terrosa, fragancia de libertad respirable, nostalgia en su más pura esencia (si «el alma de los seres es su aroma», la de los objetos es su recuerdo) y ahora salgo a la calle con tapabocas, así pase de media noche, cuando la contaminación disminuye, pero apesta sin descanso para el olfato, las vías respiratorias, el cerebro y sus extensiones sensitivas. Soy leyenda, sería el título de mi «vida» si fuera película, pues «vivo», pervivo, sobrevivo entre seres inertes, muertos revinientes, zombis o, en el menos pésimo de los casos, mutantes con la sensibilidad entre aturdida y atrofiada.

Al atravesar la puerta, es de noche. Al atravesar la noche, un día se ha gestado, pero mi «vida» llegó al ocaso, acaso para que los burócratas y siquiatras, entre otras especies parasitarias, tengan chamba, o sea, para nada. La reproducción de un sistema cuya finalidad es nuestra destrucción debería tener final; pero el mundo no amanece; debemos crear otro, radicalmente muy otro, si es posible. Por mi parte y por lo pronto, es todo.

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