El Willy

En el Reclusorio Norte

dark_grunch_minimalLos recién llegados platican, al pie de un muro, con otros presos. El Willy, que tiene 30 años de edad y aspecto de cocainómano, acaba de contar su historia.

–¡Puta, güey! ¡No manches! Te la hicieron gacha, gacha: primero los azules, después el abogado, luego el MP…

–Y ahora sigue el juzgado, pero ahí mis abogados pueden soltar lana con más calmita por debajo del agua, plug, plug, plug (la mímica del Willy simula que reparte barajas o billetes), hasta que al juez se le pierda el expediente, de plano, pero alguien debe encargarse del pinche abogado porque sigue chingando el hijo de la chingada. El que me haga ese favorcito se gana un ciego.

–¿Cien mil varos?

–Sífilis y gonorrea.

–¿Cuánto se gana de padrote, mi buen?

–Yo tenía diez putas que me daban 40 mil por noche, pero le tenía que pagar a tres gandallas pa’ que las vigilaran siete horas y luego a otros tres pa’ las siete horas siguientes (ellas deben trabajar el doble, pa’ que sea negocio), y a dos más pa’ la casa mientras las putas duermen y se bañan y comen; en eso se van ocho mil diarios, más las comidas de las putas, otros mil, y la ropa y el jabón y todo eso, es un gasto al mes, y el mantenimiento de la casa, échenle seis mil también al mes, más aparte las mordidas y las mochadas y las cuotas (mil diarios por puta son diez mil), al final te quedan como 20 diarios.

–¿20 mil varos?

–¡600 mil al mes! ¡Ni el presidente de México!

–Para empezar, mi pendejo –dice un personaje de baja estatura y correoso–, lo que gana un presidente de México no es su sueldo, sino todo lo que se chinga, que es un chingo.

–Tampoco se gana tanto como padrote, porque hay otros pinches gastos, como el mantenimiento de los hijos, que son parte del bisnes: tienes que invertir 50 mil al mes, por lo menos, más lo que le doy a mi jefa por cuidarlos. Y la inversión en la casa de seguridad, que es más bien un edificio y me costó… mejor ni les digo, más el acondicionamiento y el sistema de seguridad… hay que amortizar todo ese pedo.

En la medida que El Willy suelta pistas de la magnitud de su negocio, los demás presos, impresionados, lo tratan cada vez con más respeto y admiración.

–¿Cuáles hijos son parte del bisnes? –pregunta el personaje de baja estatura.

–Los que tengo con cinco putas. ¡Pus cuáles otros iban a ser, ñero! Viven con mi jefa en Tenancingo y los uso como rehenes para amenazar a las putitas con matarlos si no cumplen con su cuota y obedecen…

–¿A poco matarías a tus hijos? –de nuevo el personaje de baja estatura.

–¡A poco no! ¡A veces hay que matar pa’ meter miedo y que escarmienten!

–¿A quién has matado, mi buen? Digo, si no es indiscreción y si se puede saber sin molestar…

–A una que otra puta rejega y uno que otro puto pasado de verga, como el abogado que me está chingando; ese cabrón ya está muerto, como dice La Biblia, el que ríe al último ríe más chido, pero mejor chitón porque igual hay chivas por aquí, y además de los cargos que ya tengo encima, me cargan un pinche santito y al que tengo que tronar es al chivatón.

–¡Chaaale, nosotros somos de confianza!

–¿Y también has matado a algún hijo de puta y de padrote? –pregunta el personaje de baja estatura.

–Valiéndote madres, valiéndote madres.

–Otro día nos enseñas cómo se reclutan viejas que te hagan rico.

(Risas oligofrénicas)

–Hay que trabajarlas, ñero, máximo un mes, pero si eres chingón, las convences en una semana, les enseñas el billete (El Willy se frota las yemas de los dedos) y les invitas la copa, lo que quieran tomar las niñas (ademán de quien ordena a un mesero o cantinero para las mujeres sentadas a su alrededor), las impresionas, les hablas bonito, puro verbo acá, les sacas el fon y las invitas a salir, les dices que las amas y todo eso, qué bonitas orejitas (risas oligofrénicas), les das unas cogidas y hasta te casas con ellas, les prometes cosas, órale mi reinita, véngase pa’cá con su mero rey, te las trais y las obligas a madrazos y amenazas de que vas a tronar a su family si no dan su pinche cuota. Si están chavitas es más fácil y mejor bisnes, de 13 a 17, porque de 17 a 20 son más desconfiadas, pero, si están muy buenas, les inviertes hasta dos meses, y también cain, todas cain, cabrones. Por las que son menores de edad, tienes que dar más cuota, o dejas que un pinche tira se la coja cuando quiera, y así no hay pedo. Obvio que primero la estrenas. Las quintitas son pa’l jefe y, cuando ya están usadas, pos que las sigan usando… je, je, je. ¡Así se hace, qué la chingada!

–¡Órale! ¡Qué buena cátedra!

Acerca de Ivanrín

Lee la página "Acerca de mí (egomanía)" Ver todas las entradas de Ivanrín

Deja un comentario